Lola se lo merece

... y ha pasado lo que tenía que pasar. Me lo he vuelto a pensar, y con 43 años, ¿qué necesidad tengo precisamente este año de presentarme al 3er Dan? Si no lo he hecho antes, precisamente este año no va a ser el mejor momento.

Mi niña, Lola, cumplirá un año en agosto y no voy a pasar el verano entrenando a tope para presentarme con garantías al grado. Quiero disfrutar de ella, ver sus primeros paseos por la playa (porque ya está a punto de andar con 9 meses), bañarla, ponerle el pijama, reírme con sus genios... y todo eso no puedo ponerlo en peligro.

Seguro que si me organizase a tope, podría hacer eso y entrenar; pero me conozco y lo que acabaría haciendo es ponerme ansioso y empezar con mis salidas de tono a poner a todos en casa de los nervios. ¡Que me conozco mucho!

La pena es que, por culpa del ácido úrico alto y esta decisión, he estado un mes y pico sin prácticamente hacer nada. Ni karate, ni gimnasio y mucho menos correr. Digamos que he pasado un pequeño bache anímico porque me fastidia dejarlo otro año más; pero debo ser práctico, pensar que la vida muchas veces no es como uno quiere, sino como debe y ahora lo importante es recuperar la actividad física poco a poco para volver al punto donde estaba, que sin ser el mejor, estaba logrando ponerme a tono gracias a Noé.

Gracias a Noé, que ha estado ahí y ha comprendido perfectamente la situación. Supongo que con su experiencia (tanto como entrenador, como como padre) se habrá dado cuenta de qué era lo que más me convenía en este momento. Y no, no me engaño, insisto en que muy probablemente otros habrán tenido una cría y sacado su grado el mismo año; pero yo no soy otros.

Lo dicho, a ponerme las pilas anímicamente, a levantarme temprano (pero sin urgencias), a recuperar el tono de carrera y a entrenar karate, que es lo que más me gusta en la vida... después de mi mujer y mi hija.

Seguiremos viéndonos por este blog; pero no tan a menudo como estaba reportando los entrenamientos a Noé.